jueves, 21 de marzo de 2019

Caduco

Hoy te escribo desde el sur de mi corazón y aunque hace años que dejé
de fumar, compartiremos un cigarrillo que encienda mi alma y abrase tu
recuerdo de ceniza olvidada en un rincón.

Poeta soy de los labios perdidos, escribano de un nuevo mundo donde la esperanza tiene forma de verso y nombre sin palabras.

Amanece. Y como cada mañana, muero un poco más, pero al rato resucito y camino por paisajes olvidados que resultan nuevos para mí.

Pronto llegarán las hojas secas, amarillas y quebradizas como las horas del
ocaso y el papel volverá a llenarse de versos, besos de tinta vacía que en las
tardes de otoño me hacen caer desde la altura de los árboles hasta el recuerdo
de tus abrazos.

Volaré entre sus ramas como aquel pajarillo perdido que salió del nido y no sabía muy bien a dónde ir.

Y si enredo mis alas en el camino, no te preocupes. Tarde o temprano las heridas curan, la sonrisa vuelve y el verano calienta los corazones de los poetas helados.

Y tal vez sea la punta de ese cigarrillo la que prenda fuego a todo, para que todo vuelva a empezar.

lunes, 4 de marzo de 2019

Versos para un día cualquiera

Llegas de noche, en medio de la tormenta y te cuelas en mis sueños como
si fueran tuyos. Te sirves un café, te sientas en mi orilla y esperas a que yo
llegue empapado de recuerdos y de soledad.

Siento que tu cama es mi frontera y a veces veo cometas que la sobrevuelan sin
piedad, dejando un rastro de polvo y hielo que sólo las estrellas son capaces
de entender. Veo el cigarrillo encendido, ardiente en la punta y expectante
de tus labios que lo agoten entre nubes de humo.

Te siento cerca en sueños pero te vuelves inalcanzable cuando consigo abrir
los ojos. Eres como la llama a la que se acerca la mariposa, cegada por la luz
que la atrae y que a la vez acaba con su vida. Quiero acercarme, quemarme
por dentro y por fuera sin importar a quien moleste, pero te apagas antes de
tocarte y en medio de la oscuridad no sé muy bien a donde ir.

A veces te huelo en la música, te escucho entre las flores de una ventana
que da a un patio interior, gris como la mirada de la ciudad que no sabe de
acordes ni de pétalos de rosas. Si trato de escucharte te caes y si intentas
podarme caigo contigo. No termino de entender cómo haces para aparecer y
desaparecer en medio de mi incendio personal y mientras yo ardo de deseo
tú te marchas sin mirar atrás, acorde que desaparece en la niebla de humo y
palabras que me impide verte una vez más.

Quiero escribir en un cuaderno vacío la que podría ser nuestra nueva historia
juntos pero nunca se cómo empezar. Cada palabra que dices me suena a un
nuevo comienzo pero siempre aparece un fantasma con nombre de miedo que
me convence para que le abra mi puerta.

Quisiera verte andar por casa, con tu moño alto y tu camiseta ancha, sin
preocuparte de los problemas cotidianos de la vida y sabiendo que puedes
comerte el mundo después de los bostezos y una taza de café. Verte caminar
despacio por un suelo que apenas te siente, casi flotando sobre él como si
temieras romperlo. Ver tu cepillo de dientes junto al mío, hacer el tonto
cuando nos cruzamos en el pasillo y alargar las mañanas de los sábados
hasta casi la hora de comer.

Siempre has considerado la vida una canallada, una putada para aquellos
que la miran desde fuera pero una putada que, al fin y al cabo, merece ser
vivida.