Esa chica, la del 31
la que sale por las mañanas
discreta y arreglada
y rompe la acera con sus tacones.
Esa chica que deja un rastro
de perfume
y versos
cuando pasa.
Que bebe deprisa en los bares,
que se sonroja si la miro.
Que mueve la cabeza
con su canción favorita
y me dibuja una sonrisa
si se queda a mi lado.
Esa chica capaz de detener el tiempo,
que no corre la San Silvestre.
Que se monta sin invitación en mi coche
y se baja antes de que llegue a mi destino.
Ella es capaz de escribir un verso,
de soñar despierta sin que nadie se lo impida,
de grabar a fuego palabras en una hoja en blanco
y pagar luego la factura del incendio.
Esa chica, la del 31,
la que enloquece cuando la pienso
y la pienso siempre que escribo.
Esa chica, cariño, eres tú.
Versos para un día cualquiera
martes, 31 de diciembre de 2019
lunes, 29 de julio de 2019
Vuelo VC1305
Hay algo romántico
y extraño
en los aeropuertos vacíos.
Esa amplia soledad nocturna
de las salas iluminadas,
el frío metal de los asientos.
Y el silencio
tras las grandes cristaleras
que dejan ver a lo lejos
la vida de la ciudad.
Hay algo romántico
y extraño
en ese sentimiento de abandono
en un mundo deshabitado.
La nada.
Ahora el silencio lo envuelve todo,
mientras resuena el eco
de mis propios pasos
en el vacío.
Las luces intermitentes
parecen robots
que se mueven
pero no están vivas.
Pienso que quizá
es un mundo distópico
donde sólo quedan gigantes de metal
que descansan bajo las mismas estrellas
que tantas veces parecen alcanzar.
La cafetería ha cerrado
hace rato
y sólo un periódico
sobre la mesa
parece resistir al olvido.
Hay algo romántico
y extraño
en esa despedida,
en la mano cansada
que sujeta la maleta,
en la sonrisa gastada
que languidece como un recuerdo.
Y se aleja lentamente.
Tal vez una derrota
que pesa más
que el propio equipaje.
Un adiós para siempre.
Una aventura que empieza
o una que termina.
La luz artificial llena
la sala de fumadores
vacía.
Vacío.
y extraño
en los aeropuertos vacíos.
Esa amplia soledad nocturna
de las salas iluminadas,
el frío metal de los asientos.
Y el silencio
tras las grandes cristaleras
que dejan ver a lo lejos
la vida de la ciudad.
Hay algo romántico
y extraño
en ese sentimiento de abandono
en un mundo deshabitado.
La nada.
Ahora el silencio lo envuelve todo,
mientras resuena el eco
de mis propios pasos
en el vacío.
Las luces intermitentes
parecen robots
que se mueven
pero no están vivas.
Pienso que quizá
es un mundo distópico
donde sólo quedan gigantes de metal
que descansan bajo las mismas estrellas
que tantas veces parecen alcanzar.
La cafetería ha cerrado
hace rato
y sólo un periódico
sobre la mesa
parece resistir al olvido.
Hay algo romántico
y extraño
en esa despedida,
en la mano cansada
que sujeta la maleta,
en la sonrisa gastada
que languidece como un recuerdo.
Y se aleja lentamente.
Tal vez una derrota
que pesa más
que el propio equipaje.
Un adiós para siempre.
Una aventura que empieza
o una que termina.
La luz artificial llena
la sala de fumadores
vacía.
Vacío.
martes, 30 de abril de 2019
El lenguaje del amor
Me gusta morder tu verbo,
acariciar tu sustantivo
y te cubriría de adjetivos vacíos
que no dirían mucho más de ti
de lo tu que nombre propio dice,
esas cinco letras
que definen el tiempo
de una oración cumplida.
Siento la calidez de tu predicado
al posarse sobre mi pronombre,
sujeto absurdo e indeterminado
hasta que enuncias tu presente,
olvidas mi pasado
y miramos juntos al futuro.
acariciar tu sustantivo
y te cubriría de adjetivos vacíos
que no dirían mucho más de ti
de lo tu que nombre propio dice,
esas cinco letras
que definen el tiempo
de una oración cumplida.
Siento la calidez de tu predicado
al posarse sobre mi pronombre,
sujeto absurdo e indeterminado
hasta que enuncias tu presente,
olvidas mi pasado
y miramos juntos al futuro.
lunes, 22 de abril de 2019
No llueve eternamente
Aquella noche no me despedí de ti.
No te dije «hasta mañana»,
como siempre hacía
ni te di un beso de buenas noches.
Aquella noche salí,
quizá bebí demasiado
y llegué llorando a casa
mientras en la radio sonaba una canción
demasiado antigua.
Llovía.
A la mañana siguiente
ya te habías ido,
no me pude despedir.
Nunca quise hacerlo.
Hoy te extraño mucho,
no me importa no haberme despedido.
Me fui enfadado porque no quería
asumir esa derrota.
No podía hacerlo.
Hoy vuelvo a llorar
porque te echo de menos,
porque siento tus labios en mi mejilla
y tu voz es eterna.
Está lloviendo.
No te dije «hasta mañana»,
como siempre hacía
ni te di un beso de buenas noches.
Aquella noche salí,
quizá bebí demasiado
y llegué llorando a casa
mientras en la radio sonaba una canción
demasiado antigua.
Llovía.
A la mañana siguiente
ya te habías ido,
no me pude despedir.
Nunca quise hacerlo.
Hoy te extraño mucho,
no me importa no haberme despedido.
Me fui enfadado porque no quería
asumir esa derrota.
No podía hacerlo.
Hoy vuelvo a llorar
porque te echo de menos,
porque siento tus labios en mi mejilla
y tu voz es eterna.
Está lloviendo.
martes, 16 de abril de 2019
La muerte se ha olvidado de nosotros
La muerte se ha olvidado de nosotros y en este entorno aséptico de silenciosas paredes los únicos que parecen estar vivos son esa enfermera un poco entrada en carnes que rebosa amabilidad y el maldito reloj que con su eterno tic-tac nos acompaña permanentemente.
El café ya humea en el comedor junto a las galletas, pero Antonio hoy no ha bajado a desayunar. Miro inquisitivo a la enfermera y leo la respuesta en sus ojos tristes. Parece que por fin alguien se ha acordado de él.
El café ya humea en el comedor junto a las galletas, pero Antonio hoy no ha bajado a desayunar. Miro inquisitivo a la enfermera y leo la respuesta en sus ojos tristes. Parece que por fin alguien se ha acordado de él.
miércoles, 3 de abril de 2019
Los besos que no se dan
Los besos que no se dan
acaban tirados
en calles solitarias
por las que hasta los gatos
se olvidan de pasar.
Los besos que no se dan se mueren
olvidados en el fondo de un cajón,
ataúdes blancos que se abren a mi paso
cuando a la memoria le da por recordar.
Me muestran su interior vacío,
rojo satén de unos labios
que nunca llegaron a tocarlos.
Los besos que no se dan son pájaros
con las alas cortadas,
ilusiones de una mariposa
que quiso salir de su cárcel de seda,
muriendo antes de nacer.
Los besos que no se dan
queman los labios,
agrietan los versos
de aquellos que se aman sin saberlo.
Y gritan en silencio
una y mil veces
muriendo dentro de quién los lleva.
Los besos que no se dan
son estrellas rotas
de una noche de verano,
miradas ciegas
de invidente complicidad
incapaces de ver los cristales
en el agua
del que bebe en un desierto.
Una copa de vino vacía,
palabras pronunciadas en la noche
cuando todos duermen,
la brisa del mar jugando sobre el rostro
de quien ya no siente nada.
Una lágrima escondida detrás de una tormenta.
Así son los besos que no se dan.
acaban tirados
en calles solitarias
por las que hasta los gatos
se olvidan de pasar.
Los besos que no se dan se mueren
olvidados en el fondo de un cajón,
ataúdes blancos que se abren a mi paso
cuando a la memoria le da por recordar.
Me muestran su interior vacío,
rojo satén de unos labios
que nunca llegaron a tocarlos.
Los besos que no se dan son pájaros
con las alas cortadas,
ilusiones de una mariposa
que quiso salir de su cárcel de seda,
muriendo antes de nacer.
Los besos que no se dan
queman los labios,
agrietan los versos
de aquellos que se aman sin saberlo.
Y gritan en silencio
una y mil veces
muriendo dentro de quién los lleva.
Los besos que no se dan
son estrellas rotas
de una noche de verano,
miradas ciegas
de invidente complicidad
incapaces de ver los cristales
en el agua
del que bebe en un desierto.
Una copa de vino vacía,
palabras pronunciadas en la noche
cuando todos duermen,
la brisa del mar jugando sobre el rostro
de quien ya no siente nada.
Una lágrima escondida detrás de una tormenta.
Así son los besos que no se dan.
jueves, 21 de marzo de 2019
Caduco
Hoy te escribo desde el sur de mi corazón y aunque hace años que dejé
de fumar, compartiremos un cigarrillo que encienda mi alma y abrase tu
recuerdo de ceniza olvidada en un rincón.
Poeta soy de los labios perdidos, escribano de un nuevo mundo donde la esperanza tiene forma de verso y nombre sin palabras.
Amanece. Y como cada mañana, muero un poco más, pero al rato resucito y camino por paisajes olvidados que resultan nuevos para mí.
Pronto llegarán las hojas secas, amarillas y quebradizas como las horas del
ocaso y el papel volverá a llenarse de versos, besos de tinta vacía que en las
tardes de otoño me hacen caer desde la altura de los árboles hasta el recuerdo
de tus abrazos.
Volaré entre sus ramas como aquel pajarillo perdido que salió del nido y no sabía muy bien a dónde ir.
Y si enredo mis alas en el camino, no te preocupes. Tarde o temprano las heridas curan, la sonrisa vuelve y el verano calienta los corazones de los poetas helados.
Y tal vez sea la punta de ese cigarrillo la que prenda fuego a todo, para que todo vuelva a empezar.
de fumar, compartiremos un cigarrillo que encienda mi alma y abrase tu
recuerdo de ceniza olvidada en un rincón.
Poeta soy de los labios perdidos, escribano de un nuevo mundo donde la esperanza tiene forma de verso y nombre sin palabras.
Amanece. Y como cada mañana, muero un poco más, pero al rato resucito y camino por paisajes olvidados que resultan nuevos para mí.
Pronto llegarán las hojas secas, amarillas y quebradizas como las horas del
ocaso y el papel volverá a llenarse de versos, besos de tinta vacía que en las
tardes de otoño me hacen caer desde la altura de los árboles hasta el recuerdo
de tus abrazos.
Volaré entre sus ramas como aquel pajarillo perdido que salió del nido y no sabía muy bien a dónde ir.
Y si enredo mis alas en el camino, no te preocupes. Tarde o temprano las heridas curan, la sonrisa vuelve y el verano calienta los corazones de los poetas helados.
Y tal vez sea la punta de ese cigarrillo la que prenda fuego a todo, para que todo vuelva a empezar.
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